MAKO MOYA. PINTURAS.

“La pintura es una forma sublime de insatisfacción”

Robert Hughes

Moya es un contemplativo. Es un observador persistente que interioriza y luego plasma en el exterior lo visible pero también lo invisible de eso que ve y que no es otra cosa que aquello que vive. Y lo hace a su modo, a su ritmo, con su soledad y en su recinto alejado, bastante alejado, de apuros y presiones -aunque a veces surjan- donde vive con su perro Apu y las visitas eventuales de los motivos de sus cuadros.

En sus pinturas más recientes, Moya se define decididamente como un pintor de lo externo, de lo que ve y vive, como se ha dicho. Es un pintor que parte de su propia realidad –esto es clave- y la interpreta para comprenderla. Cierto, es un realista, empero -insisto- pinta a partir de su íntima existencia, de su cotidianidad, no de la social, no de la política, no de la literaria o histórica. El suyo, como el de Gruber, el de Sughi, el del último Wyeth y el de Freud, entre otros, es un Realismo Existencial. La influencia de la Escuela de Londres es tangible, en especial en el notable retrato de Apu (2010) óleo exhibido en España actualmente. El carácter antropomorfo que concede al can hace recordar las palabras de Monet cuando afirmaba: “me interesa pintar el vínculo entre el motivo y yo más que al motivo en sí”.

En medio de las varias capas de pintura cargada, de la concienzuda observación de la carne, de los pliegues, de los meses, e incluso años, que se toma antes de abandonar una tela, hallaremos el compromiso y la obstinación que definen a un pintor en estricto sentido como lo es Moya.

IVÁN FERNÁNDEZ-DÁVILA.

Lima, marzo 2010.

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